El Evangelio de hoy es breve pero profundo, como una carta de amor de Jesús a sus amigos. Nos dice algo que, si lo pensamos bien, cambia todo: ?Como el Padre me ha amado, así os he amado yo.? Es decir, el amor que existe entre el Padre y el Hijo ?ese amor perfecto, eterno, lleno de vida? es el mismo con el que Jesús nos ama a nosotros. ¡Eso es impresionante! Pero a veces se nos olvida. Vivimos con muchas voces alrededor que nos dicen que no somos suficientes, que tenemos que demostrar constantemente nuestro valor. Jesús hoy nos dice: ?Eres amado, profundamente, tal como eres.? Y eso no es algo bonito que decir sin más, sino una verdad que puede sostenernos incluso en los días más difíciles.
Luego añade: ?Permaneced en mi amor.? No es un amor pasajero o un sentimiento bonito que aparece y desaparece. Es un lugar en el que podemos vivir, como quien entra en casa después de un día largo. Permanecer en su amor significa confiar, seguirle, dejar que su Palabra nos guíe? incluso cuando no es fácil.Jesús nos da una clave concreta: guardar sus mandamientos. Y eso no se trata de cumplir reglas por obligación, sino de vivir como Él nos enseñó: amando, sirviendo, perdonando. A veces parece complicado, pero cuando lo intentamos, notamos que algo se enciende dentro. Porque, como dice al final, todo esto lo dice ?para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.?
Jesús no nos pide cosas para hacernos la vida difícil. Al contrario, quiere nuestra alegría. Una alegría que no depende de cómo va el día, ni de lo que tenemos o dejamos de tener. Una alegría profunda, que nace de sabernos amados y de amar como Él. El Papa León XIV, en su primera homilía, nos recordaba justamente esto: que vivir la fe con alegría y unidad es lo que transforma la Iglesia y el mundo. No con miedo, sino con el gozo de sabernos amados por Cristo. Porque, al final, permanecer en su amor es vivir con el corazón lleno, y no a medias.
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